No
se si esto que os voy a contar ha sucedido ya, si está por suceder o puede que
no suceda jamás. Quizás lo he soñado, quizás lo he imaginado.
Así
que DEJAME QUE LO IMAGINE y os lo cuente tal y como lo veo yo.
Era
una de las que ahora llamamos Kedada. Allí había una generación de aquellos que
la juventud habían dejado ya abandonada en el camino, rondaban la cuarentena y
el paso de los años había dejado mella en su físico, en su cara, en sus ojos.
Claro,
como en todos los grupos posibles, no ha todos el roce de tantas primaveras
habían dañado sus cuerpos por igual. A algunos sus estampa se diferenciaba poco
de la de 25 años atrás, otros por el contrario, parecían desconocidos. La misma
cara de niños de unos de ellos contrarrestaban con la imagen cansada y dejada
de otros. Así es la vida. No a todos les trata igual.
Habían
quedado en un local, había música de fondo, lo suficientemente alta como para
que las conversaciones a un metro pasaran desapercibidas. Me dio la sensación
que ya venían de tomar unas cervezas, o una comida anterior. Digo esto porque
parecía como se habían hecho varios grupos, pequeños grupos que hablaban de sus
cosas, o de nada en especial.
Vi
en una esquina a un grupo, copas en mano reían y conversaban. Observé a uno de
ellos como parecía ajeno a lo que allí decían, fijaba la mirada a unos metros
de él donde había otro grupo, también reían y bebían. Este chico no le quitaba
la vista de encima a una chica que allí había.
Quedé
un rato observando y me di cuenta que ella cruzaba la mirada con él, también
parecía no prestar atención a la conversación que allí tenían. Era como un
juego entre ellos dos y al que los demás no parecían darse cuenta.
Me dio
la impresión como si el juego consistía en saber quién era capaz de permanecer
así, a unos metros, mirándose, pero sin hablar entre ellos. De vez en cuando, se
les escapaba una sonrisa a uno y otro.
Decidí
pedirme otra copa y ver como terminaba la historia.
Algunos
minutos después la fiesta fue aumentando, las risas también. Los grupos seguían
más o menos como al principio, algunos intercambiaban, iban y venían, pero mis
dos protagonistas seguían con su juego, cada uno en su lado, sin dejar de
mirarse y sonreírse.
Imaginé
la conversación de la chica preguntando a sus acompañantes por él, ellos y
ellas le contestaban que siempre había sido algo serio, quizás algo subido,
como queriéndole darle a entender, que no merecía la pena cruzarse de grupo. Ella
reía a esas respuestas, como si supiera como realmente era y disfrutara al
comprobar la imagen que los demás tenían de él, tan diferente a la que ya
sabía. Él, en cambio había quedado prácticamente sólo. Cada vez más pendiente
de ella y menos de aquellos con los que estaba.
La
tensión llegó a un momento en la que no podían aguantar más el juego. Él soltó
la copa en la barra y se dirigió hacia ella. Ella lo vio venir y esperó con una
sonrisa, sin escuchar una vez más a los que hablaban a su alrededor.
Al
llegar al grupo apartó sutilmente a los que allí había, se acercó a ella y le
susurró al oído: “dejemos ya este juego, olvídate de estos y vamos a darnos una
vuelta donde nos podamos ver y escuchar mejor”.
Ella
no le contestó, sonrió, cogió su mano y se encaminaron a la salida.
Los
que allí estaban miraron sorprendidos, sin saber que había pasado, cómo ellos
dos que no se habían hablado en toda la noche, salían por la puerta. Imaginando
que le había dicho al oído.
Los
perdí la vista al salir del local. Terminé mi copa y me fui. No he vuelto a
saber de ellos.
No
sé si la historia duraría para siempre o acabaría esa noche.
Quizás
esa historia ni siquiera ha existido.
Pero
… DEJADME QUE IMAGINE.
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