Mirando el calendario me he dado cuenta que hoy cumplo años, pero no es eso lo que llama mi atención. En el borde superior de la hoja es el año en el que estamos el que me indica donde exactamente estoy.
Sin lugar a dudas he pasado el ecuador de mi vida. Ojalá quede más tiempo del que llevo, aunque sinceramente lo dudo.
En esta carrera incesante de llegar a tiempo al mediodía, a la noche, al viernes o al fin de mes. Este vértigo que te deja sin aire suficiente para poder respirar el minuto en el que estás viviendo. Esta sinrazón del estrés inagotable nos lleva a cuestionarnos en cuantos momentos sabemos ni siquiera qué día es hoy.
Quizás sea el momento de parar y pensar de donde vengo, donde estoy y a donde me estoy dirigiendo.
Si he hecho todo lo que debía, como lo debía y con la gente que debía.
Qué hemos dejado atrás. Qué no hemos hecho todavía.
Es el momento del punto y aparte.
Pensar en lo que dejamos atrás y lo que queda por delante.
El tiempo se agota y no podemos dejar pasar más los días.
Aunque parece una contradicción pensar que el tiempo se agota y lo agotado que estoy con no tener tiempo que agotar.
Supongo que en esta vida las contradicciones son el día a día y lo excepcional es la normalidad.
Tiempo de quedar con los amigos y disfrutar de lo que te gusta.
Dejar atrás el qué dirán (aunque eso ya hace tiempo que lo hago) y como me gusta decir...: decir SI a los que si y NO a los que no.
Simplemente.
Tiempo de cambio.
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