CAPITULO ...
Salieron de aquel mesón donde
había estado comiendo. Una botella de vino había sido el hilo conductor de la
sobremesa. Algunos platos al centro compartidos para picar algo. Habían estado
hablando de nada importante. De cómo había pasado el tiempo, cómo había
cambiado la ciudad. Nada importante.
Eligieron aquel local al que
Pablo tanto frecuentaba. Era un cliente habitual, y como tal, le atendían. Le
servían siempre el mismo vino, le ofrecían las sugerencias del día y llegaban,
soltaban los platos y desaparecían. Sabían que con frecuencia, le gustaba estar
sin mucha conversación. Y cuando llegaba acompañado, sabían que no le gustaba
mucho las interrupciones. Aún así, los empleados, siempre estaban atentos a la
mínima llamada para aparecer y atender sus solicitudes.
Permanecieron en aquel local hasta
quedar solos. Los demás comensales habían ido pagando sus cuentas y saliendo.
Eran casi las cinco de la tarde, cuando se levantaron y se encaminaron hasta la
calle.
Paseaban cuando Laura paró se
giró hacia él y le preguntó:
-
- ¿Por qué, de repente, desconectaste de todos?
- - ¿Desconecté? A qué te refieres – contestó Pablo.
- - Desconectar, prácticamente desaparecer.
Dejaste de ir a los sitios de siempre, dejaste de quedar con la pandilla. No
llamabas, no acudías … Eso es a lo que me refiero.
Laura lo miraba fijamente, seria.
Esperando una explicación. Pablo dibujó
media sonrisa, se quedó durante un instante callado, como si estuviera
meditando una buena respuesta o una buena excusa. Y comenzó a andar.
Ella siguió sus pasos, esperando.
-
- ¿No me vas a contestar? – Le inquirió de nuevo.
- - No sé qué decirte –contestó al fin – No sé qué
quieres que te conteste.
-
- No es lo que yo quiero, sólo quiero que me des
una explicación – Laura parecía más seria aún, entendía que Pablo le intentaba
dar esquinazo a sus preguntas.
-
- No hay mucho que decir. Llega un momento en
que quizás uno no acabe de encontrar un motivo para seguir con algo, o para no
seguir. Simplemente puede dejar de interesarte una situación. Si algo,
simplemente, te resta un ápice de energía, si no te presta nada a cambio,
sigues otro camino. No puedes obtener resultados distintos haciendo las mismas
cosas. Simplemente eso.
Pablo terminó de hablar, la miró
por un instante, se encogió de hombros y siguió paseando.
Laura tardó unos instantes en
reanudar la marcha, intentando analizar sus palabras, queriendo dar algún
sentido a todo lo que le había dicho. En realidad no la había dejado muy
satisfecha. Entendía que le había dicho mucho, sin decir nada.
-
- ¿Esa es tu respuesta? – No quería quedarse con
esa respuesta, quería algo más.
-
- No tengo otra – Le contestó Pablo – No recuerdo
haber tenido otra en ese momento. Además, hace ya bastante de eso.
- - Si, hace bastante, pero entonces, tampoco
diste ninguna explicación.
-
- No recuerdo que la pidieras. No se por qué
ahora la necesitas. – Esta vez había sido Pablo el que había parado para
mirarle a los ojos y hablarle.
Laura, paró, lo miró unos instantes
y siguió andando. Había cambiado la dirección de la conversación y ahora era
ella la que no estaba cómoda. Le había parecido un reproche en toda regla. Lo
peor de todo es que quizás Pablo tenía razón. Ella podía haberlas pedido en
aquel entonces. El orgullo, la vanidad o tal vez la excesiva timidez habían
evitado que lo hiciera. Ahora ya era tarde para averiguar el porqué. Y al
parecer, también era tarde para saber qué había hecho para que Pablo se fuera
despegando..