Una amiga me comentó que con tantas cosas que pongo y comparto en el muro, es complicado seguir las historias de Pablo y Laura. Que sería una buena opción ir poniéndolas en entradas del blog.
Bueno pondré algunas por aquí.
Paseaba por las calles de su barrio, como siempre solía hacer, sin pensar en nada, con la cabeza en otro sitio.
Los pasos le llevaba por una u otra calle sin tener en cuenta por donde caminaba, se dejaba llevar.
Cuando quiso darse cuenta allí estaba él, junto a la verja del que había sido su colegio. Era tarde y estaba vacío.
Se quedó mirando y empezaron a surgir imágenes de entonces, el patio se llenó de niños y niñas correteando, maestros intentando controlar a los más revueltos. Los mayores hacían corrillos y hablaban de sus cosas. Había vuelto a los 80.
Entonces se detuvo y fijó su mirada. Se buscó entre la niñería que poblaba el lugar.
Se vio a lo lejos, sentado en la escalinata, apoyado en el pilar. Tal y como recordaba que pasaba los descansos.
Se concentró a lo lejos y comprobó que estaba hablando con una chica de su edad. No la reconoció en primera instancia. De lejos no podía ver sus ojos pero sí su pelo negro y rizado que le caía sobre la cara.
Sólo vio como hablaban, se miraban y sonreían. Intentó recordar aquel día, aquella bonita chica, aquella conversación.
Alguien le habló a su espalda, se giró y volvió al presente. Mientras hablaba miró de reojo de nuevo al patio. Estaba vacío. Se quedó con la curiosidad de saber cómo acabaría la conversación que había estado imaginando.
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