En un momento dado, un amigo me
dijo que se había desilusionado con el mundo de las peñas. Yo le dije que el
problema era de la sociedad en sí. Que lo que pasaba en ella se veía en las
peñas, en las asociaciones de cualquier índole, en tu bloque de pisos o en la
cola del autobús.
Evidentemente, nosotros que
vivimos el día a día de las peñas, es ahí donde lo percibimos en mayor medida.
Pero es verdad, que a veces
destinamos más energía y tiempo del que quizás deberíamos y llega un momento en
que las fuerzas empiezan a menguar.
Yo, que me vanaglorio de tener
amigos en las peñas y que puedo ir con la tranquilidad de ser bien recibido, (por
no poner una cifra que suene a prepotencia), en la inmensa mayoría de ellas, también veo
temas, actitudes y hechos con los que uno llega a pensar si realmente vale
tanto la pena ese derroche de energía.
Si vale la pena defender a capa y
espada situaciones que quizás sea más que complicado defender.
A lo mejor ha llegado el momento
de bajar el pistón.
Siempre estaré para quién necesite algo de mí, como no podía
ser de otra manera, pero quizás me haya puesto mi nivel de exigencia más alto
del que debiera.